La maldición de la limosina amarilla

Definitivamente me falta mucha experiencia en el mundo del taxi, estoy absolutamente segura que un enfermo mental me trajo hoy a mi casa –y lo peor es que no sé que diagnóstico darle-.

AUTOPISTA: dícese de una vía de circulación de automóviles y vehículos terrestres que se caracteriza por ser RÁPIDA y segura y admite un volumen de tráfico considerable, con una serie de características que la diferencian de una carretera normal, o sea rápida. Me trajo mas o menos a 25 o 30 km por hora, eso traducido a tiempo es alrededor de 30 minutos de Unicentro a mi casa –trayecto en el que yo me demoro usualmente 10 minutos, 15 máximo si es que hay taco- pero a las 10:30 pm? Casi me enloquezco ahí montada. Bueno hasta ahí todo normal, a quién no le ha tocado un taxi lento?

Comenzó el interrogatorio:

- ¿La gente con la que estaba –porque paramos varios taxis- hacia donde iba? No les servía un solo taxi?

- Ehh no, iban para el otro lado

- Para donde exactamente, disculpe

- Por el estadio, al velódromo

- Ahhhh es que viven de polo a polo, gracias a Dios existe el teléfono jajaja

- Internamente –que chistoso ja ja ja ja, será que no va a acelerar?

- Estudia?

- No, ya terminé

- Pero el colegio?

- No, la universidad

- Uy… y eso, que estudió?

Y aquí viene el peor de todos mi errores, debí haberlo pensado antes de responder, pero el desespero de saber que tan solo habíamos avanzado cuatro cuadras y que parecía estar más interesado en la conversación vía espejo retrovisor que en la carretera, me hizo responder con desespero

- PSICOLOGÍA

Nunca, es en serio, nunca le digan a un taxista que son o estudian psicología, inmediatamente se apaga el taxímetro y se enciende el letrero que dice: EN CONSULTA. Este señor tenía mil preguntas –que obviamente no eran para un psicólogo pero él pensó que sí-

- por qué a mi siempre me toca el turno de la noche, será que es porque soy más sereno y no soy tan atravesado como los otros?

- tengo un sobrino que es “IMPERATIVO” –queriendo decir hiperactivo, supongo- ese niño no se queda quieto, que hace uno para que se calme?

Ayyyyyy que historia más larga, y lo peor es que no vamos en la mitad del camino.

Finalmente, y para concluir que el taxista está loco, me pregunta mi nombre, ya habiendo metido la pata, le respondo desconsoladamente CAROLINAAAAAA pero lléveme a dormir porfavoorrrrrrrrrrrrrrrrrr –eso último solo lo pensé-

Y se ha regado este señor en prosa, Carolina? Carolina? Ese es mi nombre preferido, yo conozco a bla bla bla bla.

bla bla bla bla= que me dijo todas las carolinas que había transportado no sé en cuanto tiempo, donde vivían y que estudiaban, pero con una emoción, que yo no sabía si sentirme feliz porque no había sido su única víctima a quien había torturado sacándole información, o preocuparme porque el señor era un enfermo depravado. Lo juro, la emoción en la que hablaba de sus carolinas y como prendió la luz del carro para poder abrir más los ojos y cerciorarme que lo viera por el espejo, era entre chistoso y espelusnante.

Llegué a mi casa, hice todo lo que tenía que hacer, pero no me puedo olvidar de ese paseo en taxi, es lo más parecido a un paseo millonario que he vivido, pero en lugar de desocuparme las tarjetas, acabó con mi reserva de paciencia y ganas de montar en taxi para lo que falta del 2007.

¿Qué diablos le pasa a ese taxista? Ahí tengo en que pensar un buen rato

pd: y no, no me creo Arjona -por lo de Historia de Taxi-