Amistades peligrosas

Durante todo el tiempo que he vivido en Medellín (6 años) que es básicamente lo que duró mi carrera más el tiempito adicional que requirió el trabajo de grado –Q.E.P.D- me he dado cuenta que tengo lo que llaman “ladrón propio”. No menciono, el último año de colegio que también fue en Medellín, porque eso es un cuento aparte, hasta ese entonces fui una persona normal, sin ninguna predisposición a que me robaran ni nada por el estilo.

En realidad el que me roben mucho, no es lo que me impresiona –eso dejó de ocurrir alrededor de la tercera o cuarta vez- lo que me llama la atención es que creo que mi don, condición, predisposición, imán – o en fin, no sé como llamarlo- a ser robada/atracada ha mutado. Si, ahora ya no es suficiente con que mi ladrón sepa exactamente donde estoy ni a que horas parqueo el carro en edificios o casas que no tienen parqueadero, y que día llevo en el bolso la cámara digital, etc etc, ni tampoco que para sacar el pase tenga que ir a otro departamento porque en Antioquia tengo una contravención por perderlo más de lo permitido en el año, o que para sacar una cédula tenga que hacer una declaración juramentada porque tengo la restricción 072 –que ni idea que dice- pero es para las personas que solicitan un número superior a lo normal de duplicados, etc etc.
Como si esto fuera poco, el virus del ser robado ha mutado en una nueva versión, mejorada y avanzada que incluye nuevas funciones como por ejemplo: el ser transmitido a otras personas.

No sé si es la psicosis de mi nalga –de la que ya les hablé en un post anterior- que ha hecho metástasis y ahora mi cuerpo entero alucina con tener súper poderes, pero puedo asegurar que el pasar más tiempo de lo normal conmigo, vuelve a las personas propensas a ser víctimas de un robo.

La semana pasada –como para no retroceder mucho en el tiempo- estaba en el estadio y tengo que decir que ese ERA uno de los sitios en los que yo más segura me sentía porque confiaba en el fenómeno de la masa; en que todas esas personas reunidas por una misma causa y con un mismo interés –ver ganar a nuestro equipo- crearía una atmósfera como de hmmmm –no encuentro la palabra- pero es algo así como que todos nos cuidamos entre todos, es más muchas veces mi mamá me ha dicho “Sapis, no te da miedo meterte allá con tanta violencia que dicen en los noticieros?” y siempre mi respuesta ha sido “No mami, tranquila que allá no pasa nada, todos somos del mismo equipo, es más, es como si tuviera 15 mil guarda espaldas” y bueno, pasó lo que tenía pasar un ladrón –con mi misma camiseta, lo cual es más triste-, si, uno de mis supuestos 15 mil guardaespaldas me robó, o bueno no a mi, pero si a mi, y ese “no a mi pero si a mi” es justamente a lo que quiero llegar. Salimos del estadio y una amiga me pasó su celular sin yo pedirlo para que hablara con alguien más y cuando menos lo imaginé: una mano –un dedo para ser más exacta- se metió en mi boca así como con una curva extraña –lo más parecido que puedan imaginarse a un anzuelo- y yo pensé “mierda, me arrancó el pedacito ese de piel que conecta el labio superior como con la cara” o en fin, no se como se llama, pero no, para mi NO-sorpresa, el ladrón se había llevado el celular de mi amiga que YO tenía en mis manos –al parecer mi labio no era de gran valor en el mercado-.

Hasta ahí vamos normales, podría ser calificado como uno de mis N-mil robos, pero toda esta idea de lo contagioso comenzó a surgir cuando oí la siguiente frase en la boca de mi amiga “Es la primera vez en la vida que me roban algo, y ni siquiera fue a mi” ufff eso me hizo ruido, me hizo pensar, pero llegó el remate por parte de otra persona que si conozco hace mucho tiempo “claro mija –con entonado acento paisa- es que ese tipo de cosas le pasa a todo el que esté con Caro” ufff eso si me mató, desde ese momento lo supe, era contagioso!! Y yo era la transmisora.

Y me puse a pensar y si!!!!! solo en este año, le he pedido el favor a otra amiga que se baje del carro un momentito a hacer algo mientras yo doy la vuelta y en ese momento pasa un señor con una pistola, se la pone en la cabeza y se lleva el bolso –en el que claro además también está mi billetera- y adivinen que ERA LA PRIMERA VEZ QUE LE PASABA jaja, mi prima que nunca pierde nada le presté mi cámara –no la que ya otro ladrón se había llevado en mi bolso sino otra- y se la robaron, y en San Andrés que supuestamente no roban y también, SU PRIMERA VEZ, y así tengo varias pero ya esto está como más bien largo. La cosa es que hoy mientras me comía una hamburguesa en el corral, hablaba con alguien que “casualmente” le tocó ver hoy como atracaban a una pelada –gentilicio para mujer joven en mi país- a tan solo unas sillas de distancia y me dijo lo siguiente “que tipo de libertad puede haber cuando tengo cosas pero no las puedo sacar porque me las roban?” y bueno de ahí toda la idea de escribir acerca de mi experiencia con los robos y sus autores.

Moraleja del asunto: si eres virgen a la sensación de ser atracado y por algún extraño motivo quisieras conocer que se siente, pasa tiempo conmigo!!!!!! Algunos garantizan satisfacción, yo un buen robo jajajaja